A finales de Junio de este año,
aparecieron varios titulares relacionados con los salarios en España:
posición del salario medio con respecto al mínimo, evolución y
comparativa con otros países.
El INE radiografía el mercado laboral
y facilita el panorama de las retribuciones. De los datos aportados,
llama la atención el incremento tan fuerte de personas que trabajan
por un importe igual o inferior al salario mínimo interprofesional
(que en España se sitúa en 645,30€/mes desde diciembre de 2012):
12 de cada 100 personas trabajan por este sueldo. Y además,
este porcentaje es el máximo récord desde hace ocho años.
Los más aplicados, pueden argumentar
que el hecho se justifica por el incremento de contrataciones a
tiempo parcial. Cierto es. Pero parte significativa de este descenso
se debe simple y llanamente a reducciones de salarios en
contrataciones a tiempo completo. Descenso que, además, no es
proporcional para el caso de los sueldos más altos (superiores a
siete veces el SMI). Este incremento de la desigualdad en España ya
ha sido puesto de manifiesto en varias ocasiones y debe ser tenido en
cuenta por dirigentes políticos en el planteamiento de estrategias
de futuro.
Sin embargo, el objeto de este artículo
no es hablar de desigualdad. Busco poner “coto” a una gestión de
las remuneraciones y contrataciones tan agresiva.
Por un lado vamos a resumir: ¿qué
está pasando?
Ganamos poco (en comparación
con otras economías europeas y con nosotros mismos). Para muestra un
botón: Alemania acaba de instaurar su SMI en 1445€/mes (jornada
completa). Si hacemos el cálculo diario, un alemán ganará como
mínimo 8,5€ mientras que el español ganará 3,91€. Volvemos al
tema de los matices, “la vida en Alemania es más cara”. Pero,
¿3,91€ al día? ¿tenemos bastante con esto? Estamos seguros que
nos faltan unos euros. Según el estudio Bienestar en el lugar de
trabajo y la motivación de los empleados en Europa (realizado en
2013 por Edenred e Ipsos), al 66% de los trabajadores y trabajadoras
de España le harían falta 757€ más al mes.
Año a año ganamos menos. En España, de cada 100 trabajadores, casi 73 cobran menos de tres veces el SMI (cifra tomada como referencia por su consideración por el partido político PODEMOS como tope a sus eurodiputados).
Año a año ganamos menos. En España, de cada 100 trabajadores, casi 73 cobran menos de tres veces el SMI (cifra tomada como referencia por su consideración por el partido político PODEMOS como tope a sus eurodiputados).
Pocos ganan mucho. 27 españoles
de cada 100 cobran por encima de los famosos 1930€ impuestos por la
formación política mencionada (cuidado que no hemos hablado de
mantenimiento, manutención ni desplazamientos).
Analizamos las decisiones que se han
tomado: ¿cómo hemos llegado hasta aquí?
Las organizaciones han enfrentado la
crisis con iniciativas relacionadas con reducciones de personal y
sueldos. Este tipo de estrategias han estado justificadas en un
entorno de crisis, con bajas productividades, pérdida de poder
adquisitivo, retiradas de ayudas y subvenciones, falta de mercados
internacionales,...
Pero ya lo he comentado en el post
“Practiquemos el buen trato laboral”, cada vez están menos
justificadas. Las extinciones de contratos y las reducciones de
retribución solo se sustentan como modos excepcionales para superar
el bache. Así se debe hacer llegar al empleado o empleada. En el
momento en el que se recupera el tono de actividad debemos volver
sobre nuestros pasos. Les cuento una anécdota real pero novelada
para garantizar el anonimato.
Hace algo más de veinte años, fruto
de una reconversión, el sector en el que trabajaba nuestro
protagonista sufre una fuerte crisis. Pedro (que así lo vamos a
“bautizar”) trabajaba para una multinacional extranjera
establecida en el país en los años setenta.
Como consecuencia de los ajustes que se
produjeron en la empresa, y con el objeto de mantener las
instalaciones en la localidad, se ofreció una reducción muy
importante de sueldo a cambio de la continuidad.
Aquellos momentos pillaron a Pedro por
sorpresa. Acababa de nacer su tercer hijo. Le llamaremos Ramón. Su
pareja trabajaba en un negocio familiar que estaba en sus inicios.
Los gastos le comían. Aceptar la reducción implicaba un enorme
sacrificio familiar pero “mejor era aquello que nada”. Y firmó.
Casi tres décadas después, Ramón, el
hijo, ha sido contratado en la empresa de Pedro. Siguiendo sus pasos
realizó los mismos estudios y acaba de conseguir una beca de
prácticas. Por increíble que parezca, ¡ambos ganan el mismo
sueldo!
A Pedro no le importa. En una charla
informal que tuvimos se explicaba: “Un padre no se compara con un
hijo. Es más, desea lo mejor para él. Pero imagina la cara de mis
compañeros”- me decía- “es duro pensar que con casi cuarenta
años de experiencia, trabajamos por lo mismo que un becario, esto es
insostenible, no rendimos igual”.
El resto de la conversación lo dejo
para nuestra intimidad. He querido compartir esta historia real con
Usted para ejemplificar las incoherencias en las que puede caerse por
hacer un mal empleo de este tipo de instrumentos.
Las crisis, los momentos malos, deben
ser tenidos en cuenta como “píldoras de aprendizaje”. No podemos
ir por la vida sin más, necesitamos memoria para poder tomar cada
vez mejores decisiones. Sobre todo en momentos de incertidumbre en
los que tan raro va a ser que se nos repitan dos situaciones
parecidas. Por ello vamos a plantear nuestra última pregunta,
entonces : ¿qué criterios deben guiar este tipo de actuaciones
empresariales?
La lealtad es un tipo comportamiento
de implicación entre empresario y trabajador. Puede observarse
lealtad, por ejemplo, a la hora de cumplir nomas profesionales
impuestas, poner en evidencia un fraude interno (en el más amplio
sentido de la expresión), o defender los productos o servicios de la
entidad para la que se trabaja. Y, en casos extremos, puede llegar a
suponer bajas voluntarias de la empresa, reducciones de horarios,
sueldos, etc. en pro de los beneficios compartidos de trabajadores/as
y organización.
Su
ejercicio, en principio, debería ser vocacional, espontáneo,
surgido de la resolución del dilema en el que se encuentra el
binomio persona/organización. A lo mejor, si a Pedro le hubieran
dado la oportunidad, habría facilitado otras alternativas de
solución. O, incluso, habría llegado a la de la reducción de
sueldos. La diferencia radica en su origen. Y, por los resultados que
arroja la gestión basada en este tipo de comportamientos, entendemos
que habría sido mejor entendida y llevada a la práctica.
Así
que para alcanzar este tipo de comportamientos de lealtad, debemos
tener en cuenta que:
- No deben ser exigidos, ya que se perjudicaría una toma de decisiones inteligente. Las situaciones de “esto o nada”, enganchan con nuestros miedos e inseguridades y llevan a decisiones poco eficientes a largo plazo.
- Deben ser condicionadas por plazos medios o largos. Si vamos a promover “sacrificios” a nuestra plantilla habrá de compensarse en un plazo razonable para la misma.
- En momentos de crisis. No aprovechemos cualquier excusa para justificar reducciones de sueldo. Son muchos los mecanismos de los que dispone una empresa para superar un bache: mejora en los productos o servicios, búsqueda de nuevos mercados, estudio para la comprensión de los mercados actuales, instalación de estructuras organizacionales sostenibles, gestión financiera apropiada... El empleo exitoso de estas palancas depende de las personas que las activen. Cuide de ellas.
- Muchas veces entendemos que estos comportamientos son la solución a disfunciones propias de la organización que, en realidad, requieren de otro tipo de tácticas de mejora.
- Por el tiempo necesario. Y si además ese plazo se ha cuantificado, mejor que mejor.
- El matiz de lealtad idóneo vendrá determinado por el tipo de cultura. No parece que la extinción de contratos sea adecuada para el caso de empresas flexibles, innovadoras o también llamadas de riesgo, con una estructura de generación de valor sustentada eminentemente en su personal. Por su parte, las empresas de mercado también deben ser muy cuidadosas a la hora de despedir personal ya que parte de su valor en el mercado radica en su plantilla (formada y conocedora del producto o servicio). Las reducciones de sueldo y horarios van a tener una fuerte repercusión sobre la rentabilidad de la empresa y el logro de metas por lo que deberán ser empleadas en circunstancias muy extremas, garantizando siempre la continuidad del negocio y la finalización de proyectos. Las empresas jerárquicas y familiares son las que mejor justifican esta forma de actuaciones: las salidas negociadas y las reducciones de horario y sueldo, incluso la finalización de la relación laboral son mejor entendidas en estas estructuras empresariales. Bien por la inercia de cumplimiento de órdenes e instrucciones para el caso de las jerárquicas; o, bien por la búsqueda de posiciones cómodas para ambas partes de la relación laboral, hacen que esta forma extrema de lealtad sea un proceso natural en las mismas.
Las reglas del juego están claras. He
establecido un listado de seis recomendaciones a tener en
consideración a la hora de buscar lealtad en su gente. Piense en
ello y si lo cree necesario, sugiera otras limitaciones o sugerencias
de empleo.
Ya sabemos las consecuencias de no
cumplirlas. Falta de motivación en trabajadores y trabajadoras,
pérdida de rentabilidad, desaprovechamiento de las oportunidades,...
Si no, trate de ponerse en el lugar de nuestro amigo Pedro y su
empresa. Y falta de innovación, mejora, avance, explotación de
fortalezas, eficacia, eficiencia, efectividad,... puntos clave en
todo proceso de “eternidad empresarial”.
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