viernes, 20 de junio de 2014

PRACTIQUEMOS EL BUEN TRATO LABORAL

I. LA NOTICIA (20/06/2014): El Sr. Botin ha afirmado hoy que España está saliendo de la crisis. Ha previsto un crecimiento entre un 1,5% y un 2% para el presente año. Sin embargo, ha asegurado que a pesar de ello, la recuperación del empleo tardará.

II. ¿HASTA CUÁNDO? Hasta que las empresas así lo decidan.
En gran parte de los casos, es una mera cuestión de confianza. Las reducciones de plantillas pierden justificación conforme pasan los días. El propósito de este post es el de explicar la incoherencia y la falta de criterio con la que se ha empleado este tipo de instrumento. Las empresas solo pueden innovar y crecer a partir de sus #rrhh, a partir de la puesta en marcha de comportamientos "más allá"

II. EL CHISTE: ¿A quién vamos a contratar?
“¡Con la que está cayendo! ¡A nadie!” Seguro que por su mente han pasado comentarios tan ligeros
como el que acaba de leer o tal vez más profundo como “¡Ha perdido Usted la cabeza! ¡No haremos
contrataciones hasta que no se aclare nuestro futuro”.

Las empresas están enfrentando la situación actual de escasez de financiación, falta de demanda,
pérdida de objetivos y otras tantas causas, mediante la reducción de sus plantillas, casi como única
alternativa. Además el convencimiento llega a ser tan cierto que las propias administraciones,
partidos políticos, agentes sociales de muy diversa índole e incluso Usted (confiese), lo comparte.

La respuesta vuelve a ser, no vamos a contratar a NADIE! Algunos datos que apoyan esta
afirmación: 1) en enero de 2014, el número de adscritos a la Seguridad Social asciende a 16.173.610 personas, nivel más bajo desde abril de 2002; 2) aun cuando hay confianza en el crecimiento del PIB y de los ingresos, las contrataciones se van a dejar para el 2015 (Barómetro de empresas Noviembre 2013- Enero 2014 de El País realizada por Deloitte);  y 3) hay signos de desaceleración económica mundial (“Goldman Sach advierte de la inminencia de una crisis global”, noticia del Blog Salmón del 7 de febrero de 2014).

III. LA EXPLICACIÓN: ¡Menuda pregunta!
El axioma es bien sencillo, para mantener los beneficios y en un contexto de pérdida de ingresos,
eliminamos gastos y problema resuelto. Un economista le daría la siguiente fórmula:

Beneficios = Ingresos – Gastos
siendo los ingresos igual a la cantidad de unidades que vendamos por el precio medio de
venta y los gastos la suma de gastos fijos y variables.

Los ingresos están cayendo en picado como consecuencia de la bajada de la demanda y parece que
hemos llegado al convencimiento de que poco podemos hacer por esta parte (esta convicción trataré
de echarla por tierra a lo largo del libro). La partida de gastos incluye todo aquello que las empresas
deben pagar, desde compra de materias primas y materiales relacionados con el producto o servicio
que estamos ofreciendo en el mercado, intereses financieros, alquileres, comisiones y, por supuesto,
los de personal entre los que se incluyen las nóminas y los seguros sociales.

La reducción de cualquiera de estos gastos supone una mejora en los beneficios. Vaya, si consigo
reducir mi plantilla, reduzco mis gastos y tan ta ta chan,... ¡obtengo una mejora de mis beneficios!.

IV. INCOHERENCIAS DE ESTA MIOPÍA

Hasta aquí la lógica es aplastante pero... les cuento una anécdota y volvemos a plantear el asunto.
Una empresa regional de gran prestigio, dedicada a la elaboración de alimentos relacionados con la
panadería, la repostería y la confitería, se encuentra en una situación de pérdidas muy fuerte como
consecuencia de la caída de la demanda y la guerra de precios en la que entra el mercado del pan.
Sin embargo, este sencillo y, a la vez, sublime artículo, es el producto estrella del negocio.

Esta empresa es (o al menos lo era) vista en el mercado como un referente, líder del sector, con una
amplia carta de panes y pasteles y una elevada calidad en sus elaboraciones. Por evolución, no
sabemos si planificada o no (y también tendremos que hablar de esta tendencia a la improvisación
que he comprobado tienen muchas empresas españolas), la comercial entró en otros negocios, entre
ellos el de la hostelería (con varias cafeterías en las que se podían consumir sus productos), la
distribución de productos de alimentación (de los denominados “gourmet”), además del
archiconocido negocio inmobiliario (compra venta de locales, pisos y otros inmuebles).

Llegadas las “vacas flacas” el negocio se tambalea sobremanera. Empiezan los primeros conflictos
entre los dueños del negocio y así, llegan las primeras decisiones. Como todos podemos imaginar,
la primera fue despedir al personal de mayor coste. Al responsable de administración (entre cuyas
funciones se encontraba la gestión financiera y de los recursos humanos), le siguieron otros
trabajadores. Lo que llama poderosamente la atención es quienes salieron: fueron los panaderos.
Procediendo a subcontratar la elaboración de dicho producto con una empresa especializada en
panes precocinados.

El “core business” de esta empresa desapareció. No solo habían perdido la calidad de su producto
estrella con la salida de los artesanos panaderos, sino que además habían perdido el control sobre el
producto y cualquiera de sus atributos al pasar su producción (y su gestión) a otra empresa.
El argumento de los propietarios era lineal: “Es un mal menor, una pérdida que nos permite
racionalizar nuestros costes y evitar la presión que ejercían los panaderos sobre el beneficio
empresarial”

¿Seguro? ¿Cómo puede un horno de pan, no hacer pan? ¿Realmente no existían otras alternativas? ¿Eran los panaderos el problema de esta organización?

Esta fue una solución fácil, enfocada en el corto plazo que marcaba la reducción de costes pero con
una potente repercusión sobre la estrategia comercial de la empresa y su futuro.

Necesitamos practicar el buen trato laboral. Las personas no somos un simple coste. Somos motores de mejora, impulsores de la innovación, hacedores de proyectos, creadores de oportunidades ... Por favor, busquemos una nueva gestión de #rrhh.

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