martes, 28 de enero de 2014

Ulises o Tántalo

Estos dos personajes, procedentes de la mitología griega, encarnan dos formas de comportamiento antagónicas. El primero de ellos es embajador del bien, la disciplina, la madurez; mientras que el segundo se caracteriza por su comportamiento alocado, provocador y temerario.

Ulises hizo todo aquello que se le suponía como héroe, permaneció veinte años fuera de su casa dedicado en cuerpo y alma a la guerra, fue quien ingenió “el Caballo de Troya” (estratagema clave en la victoria de la guerra con el mismo nombre) y vivió avatares extraordinarios en su camino de regreso a Itaca a los que se sobrepuso con heroicidad.

Tántalo, por su parte, aun siendo hijo de Zeus (máximo responsable del Olimpo griego) y contando con el favor y el beneplácito de los dioses del mismo, no solo les robó su ambrosía para bebérsela con sus amigos, sino que además asesinó a su propio hijo Pélope que ofreció como almuerzo en un banquete en honor a los dioses. Este hecho ha sido interpretado como un acto de provocación cuya última intención fue la de poner en jaque la omnisciencia de los dioses.

Sin embargo, en los tiempos en los que vivimos, las cosas no son blancas o negras. ¿Son las personas buenas las que hacen cosas buenas? ¿Es previsible conocer la actuación de las personas en función a una serie de rasgos personales? ¿Es posible conseguir algo bueno de Tántalo?

Si testamos estos arquetipos en el ámbito laboral, aun sería más complicado ser capaz de saber qué es bueno o malo o, dicho de otra manera, qué trabajadores son buenos y cuáles son malos. ¿Hacen cosas malas los trabajadores buenos? ¿Quién es un mal trabajador? ¿Quién es un buen trabajador?

Hay constancia de un incremento de los comportamientos incívicos o contraproducentes en los centros de trabajo. Comportamientos que, además, tienen negativas consecuencias sobre la eficacia, la productividad y la sostenibilidad de las organizaciones. ¿Cómo podemos identificarlos? ¿Cómo podemos anticiparnos a ellos para así evitarlos?

Nos consta la preocupación de los gestores de RRHH por la promoción de comportamientos buenos (a los que denominaremos comportamientos más allá) y la supresión de los malos. El primer paso, en este sentido, sería poder discriminar unos de otros, aunque a pesar de lo que pudiera parecer, la tarea no es tan sencilla. Les pongo un ejemplo:

Mi trabajo consistía en realizar las encuestas para un estudio social sobre comportamientos en el ámbito laboral. La población elegida eran profesionales de la banca. La tarea se suponía sencilla, pasaba por las oficinas bancarias (sin previo aviso) y solicitaba realizar la entrevista. Nunca hubiera imaginado las reacciones que aquella inocente solicitud pudieran causar, pero por abreviar, las agruparé en dos grupos extremos.

Hubo un gran grupo de personas que contestaron de forma voluntaria sin mayores objeciones. Fue la normalidad. Pero un segundo colectivo, se negó en rotundo a hacerlo. La encuesta solicitaba información sobre características del ámbito laboral relacionadas con la estabilidad, el trato de superiores, la confianza en las decisiones adoptadas por la empresa, el nivel de compromiso de la persona con la misma … todo en un contexto de máxima confidencialidad.

Lo curioso es que el gran argumento a dicha negativa era la defensa de los intereses de la empresa a la que se pertenecía. Según la opinión mayoritaria de este colectivo, el mero hecho de responder a semejantes cuestiones podía ser considerado 1) un acto de deslealtad, 2) una actuación de desobediencia a las normas impuestas por la entidad e, incluso, 3) una forma de participación negativa y perjudicial para la misma.


¿Quiénes fueron mis Ulises? ¿Los que respondieron o los que se negaron?

miércoles, 22 de enero de 2014

Buscando respuestas


¿Soy un buen profesional? ¿Son mis actuaciones diarias coherentes con los retos que se ha planteado la empresa? ¿Es bueno defender mi empresa “a capa y espada”? ¿Es malo investigar la imagen de mi empresa en foros de Internet, especializados en nuestros productos o servicios? ¿O eso sería calificado como “perder el tiempo”? ¿Es cuestionable criticar las decisiones de mi entidad? ¿Y llevar la contraria a mis superiores? ¿Estamos consiguiendo ser productivos en mi empresa?

¿Somos buenos dirigiendo? ¿Tenemos claras nuestras metas? ¿Hemos sabido alinear a nuestros trabajadores en la consecución de las metas que nos hemos propuesto? ¿Qué nivel de productividad, rentabilidad y sostenibilidad se ha alcanzado en mi empresa? ¿Qué niveles serían los deseables con respecto a los recursos que hemos invertido? ¿Qué tipo de conductas son las deseables en mi empresa? ¿Son mis actuaciones coherentes con los esfuerzos que le pido a mis empleados?

Éstas son algunas de las preguntas a las que respondo en mi libro “Ulises o Tántalo: guía de actuación en el ámbito laboral”. Espero que su lectura te sea úti!


viernes, 3 de enero de 2014

Acepté el reto

Ya sabéis lo que disfruté con mi tesis. La decepción vino cuando forcé a varios de mis amigos y familiares a leerla. La gran conclusión es, que era "infumable". Y tengo que reconocer que lo entiendo. Las tesis tienen un formato muy rígido, el lenguaje que se emplea es excesivamente técnico, la extensión es brutal, la presentación es espartana y, en general, la temática parece muy lejos de nuestro día a día.
Sin embargo, siempre pensé que nada de lo que había escrito quedaba tan lejos de la gente. Estaba convencida que las conclusiones eran muy interesantes para cualquiera. Todo era cuestión de darle una nueva visión. Y, teniendo en cuenta, que mi profesión consiste en hacer comprensible cualquier realidad a cualquier público, me propuse un nuevo reto: volver a escribir mi tesis. Aunque esta vez, poniéndome en el lugar de aquellos a quienes quiero.
Acepté el reto. Me tenéis sentada delante del ordenador, desde hace cuatro meses, escribiendo, revisando y volviendo a disfrutar. Gracias a tod@s.